jueves, 22 de abril de 2010

Filósofos Presocráticos
Los filósofos de la naturaleza

Filósofos de Mileto
Comprender el Origen de las cosas
Tales: Agua

Anaximandro: Apeiron
(Indefinido, principio y fin, creador)
Del Apeiron nacen todas las cosas, y a el vuelven al final de su existencia.
Principio divino e inexplicable.

Anaxímenes: El aire y sus grados de
densidad.

Filósofos del cambio

Parménides: El ser (Ente) de las cosas es eterno e intangible,
son percibidas por el Nous (mente).
Las cosas percibidas por los sentidos son tangibles y aparentes,
no constituyen lo real. Fundamento del pensamiento racional posterior.

Heráclito: Todo cambia. La naturaleza el ente es el cambio. El ente es material y tangible, a partir de aquí se inicia el materialismo. El logos coordina los entes.


Empédocles. El concepto de los cuatro elementos permite explicar el cambio y lo eterno. Los electos son eternos su constitución en los seres no. El amor y odio entre los elementos los pone en movimiento.

Anaxágoras: Profundiza la idea de Empédocles. Muchas partículas, eternas y en movimiento permanente constituyen los objetos. El Nous como principio espiritual rector.

Demócrito: El átomo como la partícula más pequeña e indefinible.


Trabajo Práctico: Completar los conceptos ausentes en el cuadro.

sábado, 17 de abril de 2010

La Cultura en la Antigua Grecia

El desafío de pensar

Todos nosotros, incluso aquellos que, por así decirlo, son profesionales del pensar, todos somos, con mucha frecuencia, pobres de pensamiento (gedanken-arm); estamos todos con demasiada facilidad faltos de pensamiento (gedanken-los). La falta de pensamiento es un huésped inquietante que en el mundo de hoy entra y sale de todas partes. Porque hoy en día se toma noticia de todo por el camino más rápido y económico y se olvida en el mismo instante con la misma rapidez. Así, un acto público sigue a otro. Las celebraciones conmemorativas son cada vez más pobres de pensamiento. Celebración conmemorativa (Gedenkfeier) y falta de pensamiento (Gedankenlosigkeit) se encuentran y concuerdan perfectamente.
Sin embargo, cuando somos faltos de pensamiento no renunciamos a nuestra capacidad de pensar. La usamos incluso necesariamente, aunque de manera extraña, de modo que en la falta de pensamiento dejamos yerma nuestra capacidad de pensar. Con todo, sólo puede ser yermo aquello que en sí es base para el crecimiento, como, por ejemplo, un campo. Una autopista, en la que no crece nada, tampoco puede ser nunca un campo yermo. Del mismo modo que solamente podemos llegar a ser sordos porque somos oyentes y del mismo modo que únicamente llegamos a ser viejos porque éramos jóvenes, por eso mismo también únicamente podemos llegar a ser pobres e incluso faltos de pensamiento porque el hombre, en el fondo de su esencia, posee la capacidad de pensar, «espíritu y entendimiento», y que está destinado y determinado a pensar. Solamente aquello que poseemos con conocimiento o sin él podemos también perderlo o, como se dice, desembarazarnos de ello.
La creciente falta de pensamiento reside así en un proceso que consume la médula misma del hombre contemporáneo: su huida ante el pensar. Esta huida ante el pensar es la razón de la falta de pensamiento. Esta huida ante el pensar va a la par del hecho de que el hombre no la quiere ver ni admitir. El hombre de hoy negará incluso rotundamente esta huida ante el pensar. Afirmará lo contrario. Dirá - y esto con todo derecho - que nunca en ningún momento se han realizado planes tan vastos, estudios tan variados, investigaciones tan apasionadas como hoy en día. Ciertamente. Este esfuerzo de sagacidad y deliberación tiene su utilidad, y grande. Un pensar de este tipo es imprescindible. Pero también sigue siendo cierto que éste es un pensar de tipo peculiar.
Su peculiaridad consiste en que cuando planificamos, investigamos, organizamos una empresa, contamos ya siempre con circunstancias dadas. Las tomamos en cuenta con la calculada intención de unas finalidades determinadas. Contamos de antemano con determinados resultados. Este cálculo caracteriza a todo pensar planificador e investigador. Semejante pensar sigue siendo cálculo aun cuando no opere con números ni ponga en movimiento máquinas de sumar ni calculadoras electrónicas. El pensamiento que cuenta, calcula; calcula posibilidades continuamente nuevas, con perspectivas cada vez más ricas y a la vez más económicas. El pensamiento calculador corre de una suerte a la siguiente, sin detenerse nunca ni pararse a meditar. El pensar calculador no es un pensar meditativo; no es un pensar que piense en pos del sentido que impera en todo cuanto es.

Del libro: SERENIDAD. Martin Heidegger. Ediciones del Serbal, Barcelona, 1994.